Lautaro siguió aprendiendo de los españoles, pero se dió cuenta que la mayoría eran tan insignificantes como el más indigno de su tribu, y como ya conocía todas sus estrategias y sus armas no hallaba la hora para unirse con los suyos y liberarlos del yugo del invasor extranjero.
Un día, mientras el joven indio estaba junto a los caballos, una joven india llamada Guacolda le dijo que debía ir a la casa de Villagra, para juntarse con un mensajero del cacique de Arauco.
Esa noche, el indio mensajero le dio a Lautaro una saeta ensangrentada, símbolo de guerra, que significaba el llamado de su raza para reunirse con su tribu, era el llamado de la Araucanía que golpeaba sus puertas y le mostraba su destino. Luego un guardia español lo golpeó en el hombro y el libertador cayó inmóvil, Guacolda lo cuidó, le vendó la herida y lloró por él. Cuando Lautaro despertó, le prometió que pronto volverían a Arauco a liberar a su pueblo y que vivirían en la selva libres nuevamente.
Un día, mientras el joven indio estaba junto a los caballos, una joven india llamada Guacolda le dijo que debía ir a la casa de Villagra, para juntarse con un mensajero del cacique de Arauco.
Esa noche, el indio mensajero le dio a Lautaro una saeta ensangrentada, símbolo de guerra, que significaba el llamado de su raza para reunirse con su tribu, era el llamado de la Araucanía que golpeaba sus puertas y le mostraba su destino. Luego un guardia español lo golpeó en el hombro y el libertador cayó inmóvil, Guacolda lo cuidó, le vendó la herida y lloró por él. Cuando Lautaro despertó, le prometió que pronto volverían a Arauco a liberar a su pueblo y que vivirían en la selva libres nuevamente.
Modificación de Lautaro, Joven Libertador de Arauco, de Fernando Alegría.